martes, 5 de marzo de 2013

Observación de un día en la escoleta


Siempre me he caracterizado por unas competencias que creo tengo a bien, como son la observación y la adecuación a mis actuaciones, acorde con lo que precisen y necesiten los niños, entre otras. La edad sobre la que voy a explicar el caso es de un aula de infantil de 2 a 3 años, y la actividad se desarrolla en una escoleta.
Hubo un tiempo en que un comportamiento de una niña, pongámosle por nombre Carol, me hizo dudar a la hora de actuar.
 A medida que transcurre el curso escolar y vas teniendo contacto con los alumnos, ya tienes unas nociones de ellos y ellas, y también ellos de ti,  y sabes en qué momento tienen sueño, el motivo de sus lloros o quejas, sabes en qué modo va a actuar y cómo interactúa o no con los compañeros, si tiene un carácter más bien tímido o es más dulce, aquel otro parece tener un talante más de líder por las actitudes que muestra,…. Aunque creo que lo mejor de todo era que, cuando un niño acudía a mi y me decía que tal otro le había dicho que era malo o mala, le respondía: “¿Y tú crees que eres malo/a?”, por lo que yo esperaba su contestación, que reflexionase sobre ello. Esto le desconcertaba al niño, y cuando respondía que no, entonces le decía que no hiciera caso a esos comentarios, porque no eran verdad. Es decir, de alguna manera, trataba de quitar hierro al asunto y tratar a los niños por igual, hablándole al grupo  y enunciándoles que no había niños ni malos ni buenos, solamente hacían cosas incorrectas, todos éramos iguales. Incluso me encontraba con padres que tenían prejuicios sobre tal niño porque habían observado que pegaba a los otros en los parques infantiles y notaban que su propio hijo/a le tenía miedo. (Pero esto lo trataremos en otro momento).
Cuando Carol venía a la escoleta por la mañana acompañada de sus padres, había veces que se mostraba cansada, otras venía animada, otras tenía una galleta en las manos que no le había dado tiempo a comer del todo, otras hacía un poco de teatro para conseguir afecto y atención de su padre o madre en aquel momento, cuyo propósito era volver con éstos y no quedarse en la escoleta…. Cada día era diferente y  nunca podía precisar qué carácter tendría en esos momentos. Carol tenía un carácter independiente, sabía lo que le gustaba y lo que no quería en todo momento, tenía una autoestima tan fuerte que no le importaba integrarse en los grupos, pues era más independiente que algunos de sus compañeros, e incluso sus ideas se anteponían a aquellos compañeros y compañeras que tenían una autoestima un poco inferior o fuese más tímido/a a la hora de exponer sus criterios o inventivas, aunque no todo el tiempo era así, y se volvía una niña dulce y agradable, que colaboraba en clase, prestaba atención y ayuda a otros compañeros, e incluso había momentos en que se podía conversar con ella sobre distintos temas y en el momento de expresarse tenía tantas ideas en la cabeza y era tal su fervor que tartamudeaba un poco, por ello yo le dejaba su tiempo para que se pudiese expresar tranquilamente y sin sentirse presionada, y continuar de esta manera una conversación amena e incluso divertida, con bromas y risas incluidas. Aprovechaba estos momentos para estrechar la relación adulta – niña - adulta. Según me contaba su madre, en su casa me mencionaba mucho, y era un orgullo para mí que me recordase con cariño.
Pues bien, llevaba días observando a Carol, sobre todo en momentos en los que ella no creía ser observada, y cuando estaba calmada y se mostraba amigable, era capaz de compartir juegos con los demás, además de tener un talante algo mandatario, seguramente por querer imponer sus juegos y reglas, y lo más extraordinario es que los demás lo aceptaban sin rechistar. Un día de estos, en que se mostraba animada, organizó un corro con unos cuantos compañeros de la clase que se fueron uniendo poco a poco a  medida que avanzaba el juego. Entonces, una de las niñas que estaba en ese mismo corro, llamémosla Marina, no le agradó mucho la idea que estaba proponiendo Carol, por tanto le dijo que no, que así no era y que la canción era de otra manera. Carol se enfureció, y en el momento que se le abalanzó para pegarle le llamé la atención porque aquello no estaba bien. Se irritó tanto que tembló de la rabia y se fue a un rincón a intentar auto consolarse. Al cabo de unos minutos, volvió al grupo. Le enuncié que si volvía a intentar pegar a algún otro compañero o compañera cuando ésta le decía que no, se sentaría un rato en el rincón de pensar y no jugaría. Me dedicó una mirada de desdén y desprecio que nunca me había hecho. Me quedé sorprendida por esa actitud, pues antes no lo había hecho conmigo. Lo que realmente le molestaba  fue el hecho de no salirse con la suya. ¿Era posible que una niña de tan corta edad albergase ese odio en su interior?
De nuevo, Carol volvió a intentar pegar a otro niño, con lo que hice lo que le dije, Carol salió del corro y se sentó. Lloró y dramatizó con la situación, haciéndose la víctima, pero tal como enuncié, se quedó en el rincón de pensar. Al poco, volvió a las andadas y esta vez alcanzó a pegar a otros niños en varias ocasiones durante el día, con lo que llegué al punto de preguntarme por qué se mostraba violenta en muchas situaciones del día y otras veces era muy amigable y dulce. Me desconcertaba su modo de actuar y ser, puesto que era independiente pero a la vez necesitaba el contacto con los demás. En esto, se lo consulté a sus padres y éstos me dijeron que la niña solía jugar mucho con sus primos que eran más mayores que ella y muchas veces copiaba actitudes de éstos. No le dieron más importancia.
Al cabo de unos días, Carol no parecía tan violenta y se fue calmando, no agredía tanto a sus compañeros e incluso éstos la llamaban para jugar juntos,  pero yo estaba alerta pues no me podía fiar. Finalmente, encontré un momento para hablar con la niña y me contaba que muchas veces estaba en casa de su abuela jugando con los primos y ella era la pequeña, por tanto deduje que se sentía manipulada por los mayores, y una manera de canalizar aquello lo reproducía con los compañeros de aula. Estuve charlando con ella y le dije que cómo creía que se sentirían los compañeros si ella hacía lo mismo con ellos. En un momento, Carol estuvo pensando, bajó su mirada y no dijo nada. Al momento se fue a jugar, pero creo que aquello le hizo pensar un poco, pues a continuación no mostró una actitud agresiva o de liderazgo.

 COMPETENCIAS: las competencias que he seleccionado para este caso son la 2.G, y la 3. C; en un principio, la primera competencia me lleva a pensar sobre los errores, investigando sobre la posible causa del problema, para más tarde buscar maneras de mejorar la actuación profesional, ya sea mediante el equipo educativo, las charlas coloquiales con los padres, libros  que se hable sobre el mencinado tema o programas relacionados.
La segunda competencia tiene que ver con la contrastación de la información que recibe la maestra y  que lo pone en práctica.

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